Portadas de 'El palacio de la luna',  '4 3 2 1' y  'La trilogía de Nueva York' de Paul Auster.

Portadas de 'El palacio de la luna', '4 3 2 1' y 'La trilogía de Nueva York' de Paul Auster.

Letras

15 libros para comprender el universo literario de Paul Auster, el escritor que desafió al destino

Desde 'La trilogía de Nueva York' hasta 'Baumgartner', su última novela, recorremos una trayectoria repleta de títulos inolvidables.

1 mayo, 2024 10:48

La trilogía de Nueva York (1985-1987) marcó un nuevo punto de partida para la novela estadounidense y consagró a Paul Auster como un autor imprescindible. Sin embargo, el escritor cuenta con una prolífica trayectoria de más de treinta obras, en las que explora de forma obsesiva la identidad, el azar y la búsqueda de significado en un mundo complejo y en constante cambio.

Concretamente el destino juega un papel fundamental a la hora de ordenar las carencias y excesos de sus personajes, estableciendo una especie de divino equilibrio que redime y reconcilia. Dentro de que no es un escritor maniqueo, obsesionado con el bien y el mal, que sabe lidiar con lo más amargo de la existencia, sus libros guardan cierto optimismo o esperanza con respecto a la humanidad.

Sobre todo en novelas como Brooklyn Follies (2006), en la que cuenta la historia de un hombre que sobrevive a un cáncer de pulmón. Pero incluso en su última obra, Baumgartner, donde la cercanía con la muerte está muy presente pero no es determinante a la hora de interponerse con su felicidad.

La trilogía de Nueva York (1987)

Integrada por Ciudad de cristal (1985), Fantasmas (1986) y La habitación cerrada (1987), tres novelas de breve extensión en las que proyecta algunas de las inquietudes literarias que desarrollará en las décadas siguientes. En Ciudad de cristal, un escritor de novelas policiacas, de vida más bien anodina, es confundido con un detective llamado Paul Auster. Decide seguir el juego y aceptar el caso que le proponen: vigilar a un hombre que tuvo nueve años encerrado a su hijo y ahora vuelve a amenazarlo.

Identidad, desdoblamiento, la ciudad como laberinto de espejos, como pentagrama para la escritura, como espacio para el hallazgo o la disolución, los conflictos entre la realidad y el lenguaje y entre la realidad y la ficción. Un artefacto narrativo (con homenaje al Quijote incluido) que invita a reflexionar sobre los misterios y mecanismos de la creación literaria.

Las dos entregas siguientes funcionan como variaciones (procesos de investigación que transforman a los que los desarrollan): en Fantasmas (más abstracta y metafísica), un detective profesional es contratado para vigilar a un hombre; en La habitación cerrada, el protagonista (escritor) lleva al éxito literario a un antiguo amigo (escritor, de apellido Fanshawe y a quien Auster presta circunstancias biográficas) desaparecido. Además de publicarle sus manuscritos, se enamora de su mujer.

El país de las últimas cosas (1987)

La joven Anna Blume escribe una carta desde una ciudad desolada, a la que ha ido en busca de su hermano, del que nada se sabe. Desde “otro mundo” en el que las cosas están desapareciendo, asediada por la incerteza, describe un paisaje marcado por el hambre y la lluvia, la pobreza, la falta de vivienda y de trabajo, los muertos solitarios, las sectas, el pillaje, el suicidio, la renuncia y el olvido. Allí, entre escenarios inquietantes y personajes desesperados, tiene que aprender a sobrevivir. Incursión de Auster en la literatura distópica, desde una primera persona en femenino.

El Palacio de la Luna (1989)

En el verano de 1969, Marco Stanley Fogg acaba de terminar sus estudios en Columbia y está en situación crítica (sin familia, sin dinero, sin hogar, convertido en un vagabundo en Central Park). Su vida cambia al conocer a la joven Kitty y a un anciano inválido a cuyo servicio entra a trabajar.

Auster ejerce el puro placer de narrar en una novela que parece una serie de relatos cosidos. Al autor le gusta establecer conexiones y guiños entre sus novelas: un secundario se llama David Zimmer, nombre que reaparecerá en El libro de las ilusiones, y su novia es la Anna de El país de las últimas cosas (hay más ejemplos de este tipo de trasvases en sus obras).

La música del azar (1990)

Novela con varios registros, de clara tonalidad austeriana (sobre el azar, la libertad, la soledad, los encuentros inesperados y decisivos…), entre lo terrible y lo lúdico. Tras recibir una inesperada herencia, el protagonista de esta historia decide cambiar de vida y recorrer EEUU en coche, sin rumbo fijo y sin límite temporal.

Un día recoge en la carretera a un individuo que parece necesitar ayuda y que resulta ser un jugador de póquer con el que se embarca en un proyecto: le financia una partida en la que parece fácil obtener jugosas ganancias. Pero las cosas no salen como esperan y se ven arrastrados a una experiencia insólita.

Leviatán (1992)

El escritor Peter Aaron relata la vida de su amigo Benjamin Sachs, que ha muerto mientras preparaba una bomba en una carretera de Wisconsin. Uno de los mejores ejemplos del detallismo narrativo de Auster, que ofrece con Sachs a uno de sus personajes más complejos. Una historia amarga y sorprendente en la que están presentes la lealtad y la decepción, la culpa y el deseo, el misterio y la complejidad de las relaciones humanas, los pliegues y contraluces de la amistad, los ideales, el desencanto, la redención y los azares inexplicables.

A salto de mata. Crónica de un fracaso precoz (1997)

Libro memorialístico en el que Auster habla sobre su infancia, adolescencia y primera juventud. Sus padres, sus aficiones infantiles, su adquisición de conciencia social, sus primeros trabajos, su primer viaje a Europa a los 18 años… Se matricula en la Universidad de Columbia, que le ofrece la oportunidad de volver a París para estudiar el tercer curso. Allí deja los estudios, escribe y traduce poesía, visita la Cinémathèque. De regreso a Nueva York es nuevamente aceptado en Columbia y vive entre escrituras, contradicciones y experiencias diversas (entre ellas, un trabajo temporal en un petrolero).

En 1971 viaja por tercera vez a Francia, donde se queda tres años y medio. Los años iniciales de su vida adulta están marcados por los problemas económicos y los desencuentros entre la voluntad y la realidad. Cuenta cómo conoció a Jerzy Kosiński y a John Lennon, cómo escribió y publicó su primera novela y cómo intentó patentar un juego de cartas sobre béisbol que había inventado en su infancia. Aparece brevemente su primera mujer, Lydia Davis, con la que tuvo a su hijo Daniel.

Tombuctú (1999)

Novela de carácter fabulatorio. La muerte de Willy Christmas, en Baltimore, deja a su perro solo y enfrentado a los peligros de la ciudad, a un ámbito complejo lleno de coches, palomas, niños, agresividad, ternura y restaurantes chinos. Pero gracias a su dueño, vagabundo y poeta, ha aprendido muchas cosas sobre el mundo de los humanos. Su objetivo es reunirse con él, algún día, en Tombuctú.

El libro de las ilusiones (2002)

Una de sus novelas más reconocidas, que seduce desde la cita introductoria de Chateaubriand (“El hombre no tiene una sola y única vida, sino muchas, enlazadas unas con otras, y esa es la causa de su desgracia”) y la primera frase (“Todo el mundo creía que estaba muerto”). De nuevo encontramos a un protagonista en declive al que se le ofrece un estímulo para remontar: un profesor universitario (David Zimmer) que ha perdido a su familia y se obsesiona con un olvidado actor cómico de cine mudo (Hector Mann), al que dedica un libro. Todo el mundo creía que estaba muerto, pero Zimmer recibe una carta en la que es invitado a conocer a Mann, que está vivo y ha leído el libro.

La noche del oráculo (2003)

Sidney Orr ha estado a punto de morir y en el proceso de recuperación compra un cuaderno en el que empieza a escribir una novela inspirada en el episodio de Flitcraft del capítulo séptimo de El halcón maltés de Dashiell Hammett: un hombre que abandona la vida que lleva y desaparece. Le da otro nombre y lo convierte en un editor que recibe el manuscrito de una novela llamada La noche del oráculo, de una autora de los años 20 y 30. Una novela dentro de otra dentro de otra... Historias que generan otras con ramificaciones inesperadas, en un enfermizo juego de espejos entre ficciones. El Auster más metanarrativo y febril.

Poesía completa (2004)

En la trayectoria literaria de Paul Auster, el ejercicio de la poesía está vinculado a su juventud, los años 70. Al analizar las relaciones entre su poesía y su prosa, Jordi Doce (traductor de sus poemas) destaca "la excepcional continuidad estética e ideológica de su escritura, alzada sobre un manojo de obsesiones y estrategias verbales que se repiten, con escasas variaciones, de un libro a otro". Su poesía está marcada por "una voluntad coherente de apertura". Una poesía escrita a veces desde el malestar o la división y que manifiesta la ruptura entre el mundo y la palabra, el hombre y el lenguaje.

Brooklyn Follies (2006)

En su búsqueda de un sitio tranquilo para morir, Nathan Glass regresa a Brooklyn, donde se reencuentra con su sobrino Tom y conoce a otros personajes singulares. Junto a temas propios que comparecen, Auster incorpora nuevos tonos y registros.

En palabras de Germán Gullón, esta novela “se inserta en la corriente central de la mejor narrativa actual, que refleja un periodo humano donde las preocupaciones ideológicas, los discursos religiosos o sociales reflejados en la novela tradicional, están siendo sustituidas por las emanadas de la precaria realidad de la vida, de las cambiantes relaciones entre hombres y mujeres, del desarrollo ecológico de la tierra, el terrorismo... La voz narrativa no impone sus valores sobre el mundo representado, simplemente relata una historia, entre las miles posibles”.

Diario de invierno (2012)

Otra entrega memorialística, en la que Auster (consciente de que ha entrado en el invierno de su vida) habla (en segunda persona) de cicatrices infantiles, ataques de pánico, masturbaciones, comidas, peleas, partidos de béisbol, viajes, un accidente de tráfico tras el que dejó de conducir y otros percances dolorosos.

También del paso del tiempo y las relaciones familiares, de cómo perdió la virginidad en un burdel de Manhattan, de sus experiencias con prostitutas en París y del día, 23 de febrero de 1981 (nada menos), en que conoció a Siri Hustvedt, a la que llama “la Única” y cuya familia vive en Minnesota. Repasa en detallado registro los pisos y casas en que ha vivido (21) y evoca profusamente a su madre. Una variada compilación de recuerdos, llena de saltos en el tiempo y en la que se filtran reflexiones, confesiones, anécdotas y detalles rutinarios.

4 3 2 1 (2017)

La Gran Novela Americana de Auster, que le inventa cuatro vidas a su protagonista, Archie Ferguson, representante de la juventud estadounidense de los años 60. Su narración más ambiciosa y compleja, una novela de novelas que traza un retrato generacional y recupera los temas de la identidad, el destino, el azar y las relaciones familiares. Algunos críticos la elogian como su mejor obra; otros la consideran un tanto forzada en su desmesura.

La llama inmortal de Stephen Crane (2021)

Auster rinde homenaje al escritor estadounidense, que tuvo una vida “extraña y singular”, y también corta (28 años), a partir de la constatación de su olvido por parte de los planes de estudios y el lector medio. Lo sitúa en su tiempo (1871-1900) y recorre minuciosamente sus circunstancias biográficas y su producción literaria.

Para Auster, Crane “constituye la respuesta norteamericana a Keats y Shelley, a Schubert y Mozart”. Llegó a ser el escritor joven de EEUU más famoso de la época, sobre todo gracias a la novela La roja insignia del valor (1895), que nació “de la desesperación” por las dificultades económicas que siempre padeció. Una vida marcada también por los problemas de salud. Para Auster, fue “el primer modernista norteamericano”.

Baumgartner (2023)

Escrita bajo el signo de la enfermedad, tiene como protagonista a un anciano profesor de Filosofía viudo que trabaja en un libro sobre los seudónimos de Kierkegaard y echa de menos a su esposa, fallecida en el mar. Ella era escritora y traductora, se llamaba Anna Blume y sigue presente en su vida de diversas formas (sueños, manuscritos y por supuesto muchos recuerdos…). Esto no es obstáculo para que se enamore de una amiga de Anna, mucho más joven que él, y le proponga matrimonio. Novela zigzagueante sobre la vejez y la memoria, el tiempo y la nostalgia y la gran conquista de vivir sin miedo.